MOHAMED ASEMPI (Parte 1)
30 de abril del 2000, como costumbre en mí, iba justo de tiempo, arañando minutos al reloj. Aparcaba mi “cochazo” Hyundai S-Coupé en la parte alta del casco antiguo de Alicante donde casi siempre encontraba aparcamiento, y me dirigía a paso ligero a la zona de pubs más conocida como El Barrio, en concreto a mi puesto de trabajo en la puerta de un pub muy conocido durante años, que se llamaba La Misión .
No fue mi primer trabajo como “matón de discoteca” (por supuesto hablo en broma, nunca me he considerado así y pocos he conocido con estas características).
Empecé en este mundillo trabajando en el garito de un amigo. Fue una situación bastante graciosa porque una de mis funciones en la puerta era comprobar que las personas que entraban al local fueran mayores de dieciséis años. Y yo tenía recién cumplida esta edad.
Hoy me traen muchos recuerdos algunas canciones como por ejemplo Killing me softly de The Fugees , que solían poner cuando abrían las puertas al público en aquel emblemático pub del Barrio.
Pero el caso del que voy a hablar no sucedió en el pub La Misión sino en otro que inauguraron posteriormente los mismos propietarios que se llamaba Astrónomo, en el que trabajé posteriormente, a unos setenta metros del anterior aproximadamente.
Allí mismo, una de las noches vino a requerir mi ayuda Freddy , el encargado de ambos establecimientos, el cual tras detectar a dos conocidos carteristas árabes y sacarlos fuera de La Misión, mantenían una fuerte discusión con el compañero de puerta de ese pub una calle más abajo.
Al acercarnos rápidamente a la trifulca por aquellas calles empedradas, observamos como uno de los dos carteristas sacaba del bolsillo de la chaqueta del chándal una pequeña navaja y se la entregaba al otro delincuente, el cual iba con una gorra puesta. Su aspecto era bastante peculiar; tenía algo de greñas que le sobresalían de la gorra. Llevaba un pendiente colgante y una pequeña mella en la misma oreja.
Una vez entregada la navaja al carterista más conocido que he descrito, el primer personaje volvió a sacar otra navaja para sí mismo, y así empezó aquel altercado:
El más característico, mientras se levantaba la camiseta dejando ver numerosas cicatrices de otras reyertas en el abdomen, algunas de ellas considerables, profería algún tipo de amenaza en árabe a la vez que blandía aquella navaja bien afilada muy cerca de mi compañero.
Yo mientras tanto tenía que lidiar con el otro delincuente de la misma forma. Ambos manteníamos las distancias sobre aquellos cabrones como podíamos, pretendiendo aprovechar algún fallo por parte de éstos, que bajasen la guardia una décima de segundo para de esta manera poder ajusticiarlos. (En aquellos tiempos no pensábamos demasiado en llamar a la policía).
No había forma; ellos no soltaban la navaja y nos hacían frente.
Creo recordar que mi compañero se escudaba con una caja de plástico vacía de las de Coca-Cola, y a mí, Rafa, el office (recoge vasos) que estaba unos metros más atrás, me ofreció una botella de vidrio vacía. Pero con ella en la mano me veía incapaz de estampársela a nadie en la cara por muy malnacido que fuese.
Los carteristas nos mantenían a raya lanzando movimientos en diagonal con aquellos afilados estiletes hasta que vieron detrás de ellos la zona despejada y pudieron salir corriendo calle abajo. Y de momento, el asunto quedó ahí.
Minutos después mi enfado fue a mayor, puesto que después de relajarnos y comentar lo sucedido entre compañeros, me di cuenta, al ir a los aseos del pub, que tenía dos pequeños cortes en el lateral de la camiseta y un corte más profundo que recaía sobre la cubierta de la cremallera del pantalón. El corte llegaba incluso a la primera capa de los calzoncillos.
Este hecho hizo aumentar mi cabreo considerablemente, puesto que aunque no tuviese ni un rasguño en la piel, estuvo muy cerca de cercenarme los genitales.
Con tanta mala leche por este incidente, le dije al encargado que tenía que encontrar a esos hijos de la grandísima puta, así que fui a tratar de localizarlos por las inmediaciones sin ningún resultado. (Ahora en frío, pienso que el hecho de no encontrarlos, fue lo mejor que me podía haber pasado).
Las sucesivas noches en las que trabajé en aquel pub, llevaba conmigo una defensa extensible recién adquirida. Y estaba ansioso por probar su efectividad en el lomo de cualquiera de estos dos sujetos.
Pero desafortunadamente los deseos no siempre se cumplen. Y pasaron años antes de algún reencuentro, con unas circunstancias que en el futuro serían totalmente diferentes.