ANTONIO OLIVER (Parte 2 de 3)
Una preciosa historia a la inversa sobre el curioso hallazgo de una talla en piedra. Descubriendo su origen en una aventura cargada de emociones y casualidades.
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El tiempo fue transcurriendo sin poder hacer ninguna averiguación sobre cómo contactar con la familia del escultor. Hasta que un día nos mandan por temas de trabajo a mi compañero Argan y a mi a entregar unos documentos policiales a un marchante de arte (era un asunto del grupo de patrimonio histórico).
De esta forma aproveché para consultar a este especialista qué debíamos hacer para autentificar la talla. Él nos dijo que teníamos que ponernos en contacto con algún familiar o persona autorizada por el artista para que nos hiciese un certificado de origen.
Me di cuenta de que mientras yo hablaba con el marchante de arte y le contaba todo lo referente a la escultura, Argan estaba totalmente inmerso en su iPhone, ajeno al mundo que lo rodeaba, haciendo alguna gestión con su teléfono y tecleando con mucha pericia a una sola mano.
Nos despedimos de aquel experto en arte, bajamos el ascensor, salimos de la puerta principal del edificio y, …Argan seguía sin decir una sola palabra. Sólo levantaba la mirada del teléfono para ver por dónde caminaba, hasta que unos metros más adelante me ofrece su móvil diciendo: “-ponte!, es la mujer de Antonio Oliver”-.
(Aquí tengo que decir que mi buen amigo Argan es un crack!, no sólo había conseguido encontrar alguna pista con la que seguir investigando, sino que había logrado ponerse en contacto directamente con la mujer del artista en algo así como los quince minutos que tardamos en zanjar la conversación con el marchante y salir del edificio).
Lo poco que saqué en claro de la conversación con la mujer del Sr. Oliver, era que el escultor estaba vivo, aunque ya tenía una avanzada edad y según ella, no se enteraba mucho de las cosas. Por lo demás, la mujer debía entender que le estábamos vendiendo algún tipo de enciclopedia y no quería saber mucho del asunto. Así que se lo comuniqué a mi hermano, viendo la posibilidad de retomar el contacto en otro momento más propicio.
Pasó un buen tiempo hasta que mi hermano sacó unos billetes de avión a Palma y planificó un viaje para tratar de resolver todo esto.
Mientras tanto llamamos nuevamente al teléfono con el que habíamos contactado en un primer lugar sin dar éste señal.
Tras diversas gestiones telefónicas con: compañeros del CNP, Policía Local, empadronamiento etc., nos informamos de que la mujer del escultor había fallecido y no se sabía nada del mismo, así que estábamos nuevamente perdidos.
Llegamos a Palma el día previsto y fuimos en primer lugar a la cita que teníamos con el Sr. Bartomeu Bestard (Cronista del Ayto.), él nos aportó toda la información de la que disponía sobre la vida del escultor y sobre algunas obras suyas. (Le tenemos que agradecer al Sr. Bartomeu el trato cordial que recibimos y el interés por este asunto).
Posteriormente fuimos al domicilio del artista con la esperanza de contactar con algún familiar o vecino que nos pudiese ayudar, pero lo que nos encontramos fue a diversos vecinos poco colaboradores.
Aunque lo entiendo perfectamente; la gente es reservada en cuanto a dar datos a desconocidos, sobre todo si estos desconocidos tienen más pinta de sicarios rusos que de estar interesados en algo relacionado con el arte.
Hasta que dimos con Marga, la vecina del bloque de enfrente, que una vez le explicamos el motivo de nuestro viaje y lo que habíamos averiguado, dijo que le daría nuestro teléfono al hijo del escultor que iba periódicamente por allí. Además nos contó que el escultor estaba posiblemente en una residencia para mayores.
Sobre las seis de la tarde, ya anocheciendo, después de visitar la escultura de Rubén Darío, y de llamar a más de diez geriátricos, mi hermano hace la última llamada desde el coche de alquiler aparcado en el paseo marítimo a una residencia de mayores, cerca de la localidad de Inca y la recepcionista nos dice: ̶ «Sí, el Sr. Oliver se encuentra aquí” ̶ .
Y, además, después de consultarlo con el Sr. Oliver, la recepcionista nos dice que espera nuestra visita, pero que no tardemos mucho porque la cena se sirve sobre las 19:30.