Con su inocente cara de circunstancias, el brazo alzado y el dedo índice apuntando a la estantería de la habitación, me dice: ̶ ¡papi!, ¿esos cuentos están chulos?̶
Yo, que me encontraba doblando la ropa que había encima de la cama y con la empanada mental que tanto me representa, giro la cabeza y le pregunto: ̶¿qué cuentos hijo? ¿De qué cuentos me hablas? ̶
A continuación de un pequeño suspiro vuelve a alzar el imperativo dedo índice con el que un niño señala absolutamente todo, y con cierto tono de indignación por estar yo en mi mundo, dice: ̶¡¡esos cuentos papi!!, ¡¡esos de ahí!! ̶
Me echo a reír y le digo: ̶ Hijo esos cuentos están muy chulos, pero se llaman enciclopedias y no son como los cuentos que tú conoces ̶.
Se trataba una enciclopedia ya obsoleta hacía 20 años, que dejé en la estantería de aquella habitación simplemente porque no quería tirarla.
Al peque de seis años de edad, que empezaba a saber interpretar el texto impreso, le digo: ̶ ¡Bichín!, puedes coger el cuento que quieras y echarle un ojo, y luego me cuentas qué te parece… ̶
Con toda la decisión del mundo me indica que le alcance uno de ellos, (creo recordar que fue el número once). De esta forma el peque baja al salón a enseñarle a su hermana mayor el estrambótico cuento.
Mientras tanto aproveché para darme una ducha, y a los pocos minutos oigo nuevamente la voz del peque, el cual me llamaba, pero no entendía que me decía.
Con mayor ímpetu vuelve a preguntar: ̶ papi; ¿la primera Guerra Mundial fue en el mil cuarenta y ocho? ̶
Le contesto: ̶ hijo, vuelve a mirar la fecha que se te han movido los números ̶ .
Mientras tanto yo pensaba: ̶ vaya con el chiquillo y sus intereses bélicos… ̶
A continuación, y después de revisar, dice: ̶¿Fue en el: uno, cero, cuatro, ocho? ̶
Le respondo que no, y que me hiciese el favor de no cambiarme el curso de la historia, y el nene se va nuevamente al salón a hacerle una pequeña consulta a su hermana, cuando escucho a ésta gritar diciéndole: ̶ !!Noooo!! ¡¡Álvaro!!, !!eso es la página!! ̶
Me pareció tan graciosa esta anécdota reciente, que la tenía que contar.
Además, me hizo reflexionar acerca de dónde venían no hace tanto tiempo nuestras fuentes de información y la enorme diferencia con la red.
Sí, desde luego antiguamente la información quizá no fuese tan amplia y puntual, pero era mejor sintetizada, rigurosa y más o menos objetiva.
Así que, definitivamente, seguiré conservando esos cuentos. Aunque sólo sea por el respeto que merecen.